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Taxonomia Postmortem

Edén

 

Cuando Nicéphore Niépce a principios del siglo XIX congeló por primera vez un espacio de tiempo en una imagen, abrió un importante lugar en el que la memoria percibe simultáneamente la presencia y la ausencia de algo. Su dispositivo, una cámara oscura, tardó varias horas de exposición en conseguir esa primera instantánea, dispositivo que se perfeccionó a tal punto que hoy en día es posible obtener un instante correspondiente a una milésima parte de un segundo. Múltiples reflexiones se han suscitado en lo que a la captura de la luz respecta y la importancia que estas imágenes tienen en la vida diaria de las personas. Lejos de estas reflexiones se sitúa la obra de Andrés Orjuela, que como en el caso de Niepce su propio espacio es su cámara oscura y el propio tiempo de vida de sus Flores es lo que le interesa capturar.    

 

Colombiano radicado en Ciudad de México, donde encontró como ruta de escape a los titulares siniestros de “una violencia que nos sobrepasa” tal como lo expresan sus palabras. Orjuela resuelve establecer una metáfora a través de las flores (aquel gusto aprendido de su padre), considerando siempre la importancia que ellas tienen en las prácticas tradicionales del culto a la muerte a través de la historia. Exaltando aquellos cuerpos en plena madurez, esos que se encuentran en permanente agonía desde el momento mismo en que son cortados con el fin de posar  en nuestros floreros, siempre dispuestos a entregar los momentos de su máximo esplendor, afirmando la presencia de la vida que se conserva a través de estas imágenes.

 

Cada una de estas imágenes, capturadas con su propia cámara oscura –su lugar de residencia-, donde con complicidad de la noche la oscuridad envuelve con elegancia ese importante registro de un instante en la vida de estas anónimas flores. Impresas sobre papel, cien por ciento fibra de algodón, sugieren existir en su propia naturaleza vegetal, aquella que conserva la textura y delicadeza de cada pétalo capturado. El pequeño tiraje de sólo tres copias, dos de ellas comerciales y una prueba de artista, habla de igual manera de lo especial que es cada una de estas flores o cuerpos a los que sólo les queda enseñar su belleza y en algunos casos albergar más vida. En palabras del artista tanto la imagen resultado de este proceso, como la impresión que se aprecia son un bello recordatorio de la fragilidad de la vida. 

 

Texto del catalogo Edén por Camilo Chico.

Purgatorio

 

En Purgatorio (2016) continúa la exploración formal que el artista ha realizado en series previa utilizando flores como matrices fotográficas. En este caso, fueron tomadas de las rejas del parque mencionado, pero en esta ocasión cada flor fue sometida a un proceso de horneado, inspirado en una técnica japonesa de preservación de arreglos florales llamada hanasumi, para luego ser registrada con lujo de detalle a través de una proceso de toma directa que no involucra cámara alguna. Texto del Catalogo de Miserere por Irving Dominguez

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