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UNDER THE MASK
Monstruos y otras criaturas perversas

Los espectadores no han podido olvidar el rostro del Dracula de Béla Lugosi, la presencia del actor era tan atemorizante como seductora, la mezcla entre erotismo y violencia que se proyectaba en la pantalla de cine convertía al espectador en un voyeur, que con su mirada participaba de la escena. Esta doble sensación, nos recuerda que la figura de lo monstruoso siempre ha cuestionado la existencia de lo humano, pero también ilustra los castigos que sufren quienes traspasan la norma social. Las metáforas y las alegorías que constituyen la poética de lo monstruoso nos enfrentan a nuestro inconsciente, a nuestros deseos, a nuestros miedos y a todas aquellas pasiones que ocultamos bajo la máscara que usamos en nuestra cotidianidad. Enfrentarse a lo monstruoso es un acto valiente, que abre preguntas sobre quiénes somos e invita a recorrer diversos escenarios de la existencia. Under The Mask: Monstruos y otras criaturas perversas recoge la obra más reciente del artista Andrés Orjuela, quien a través de la intervención de imágenes provenientes de la cultura popular nos devela su aspecto más ominoso, obligándonos a preguntar en que criaturas nos hemos convertido debajo de los filtros de las redes sociales, y los N95. Esta colección de imágenes permite pensar cómo el mundo contemporáneo se asemeja más a una novela post apocalíptica que a cualquier utopía, creando un escenario en el que la melancolía del pasado se combina con las monstruosidades del presente. El monstruo es una figura del pensamiento que ha viajado a través del tiempo por diversos medios expresivos (el cine, la literatura, la televisión) para representar lo anormal, aquello que escapa al orden social y se presenta ante los espectadores como un exceso, como “una forma patológica, desmesurada, irregular y desviada de existencia y conducta” (Moraña, 2017). La imagen monstruosa es un desafío visual que desestabiliza el sentido común y obliga al espectador a cuestionar lo que le resulta familiar. Orjuela utiliza la presencia del monstruo para desenmascarar los intentos de la estructura social por de homogeneizar la vida, al tiempo que produce alteridades. Orjuela revela su modus operandi al mutar, una y otra vez, entre diferentes formas de producción de la imagen, es así como deviene en una suerte de Kraken, una criatura tentacular que reta al espectador a navegar por dos territorios (Bogotá y Medellín) para intentar descifrar su más reciente obra. Los espectadores están ante una película que se estrena en dos salas, con actores distintos, pero con un mismo final. Como si se tratara de un thriller psicológico, Orjuela nos da algunas pistas para recorrer el laberinto de su universo: Una luchadora enmascarada que resulta ser una asesina serial; la cautivadora mirada de un vampiro que amenaza con succionar la vida de todo un pueblo, pero que con su carisma desata fascinación en quien lo ve; luchadores cuyas acciones evocan las masculinidades hegemónicas, pero cuyos cuerpos convocan el deseo y la curiosidad queer; un King Kong que refleja los riesgos de la tecnociencia, pero también la furia y la violencia que transforma a los políticos en un riesgo para el futuro. Estos personajes constituyen una suerte de álbum de estampas que juegan con las políticas de la representación y nos recuerdan la condición carnal de la condición humana. Orjuela nos presenta un nuevo archivo de imágenes, las cuales transitan entre la nota roja, la cultura de la lucha libre y el cine serie B, con el que construye una gramática corporal en la que los cuerpos de criaturas, luchadores y mujeres nos recuerdan que lo monstruoso también habla del Otro, de aquel que ha estado en los márgenes de la política. Lo queer, lo femenino y todo aquello que representa la diferencia irrumpe en la imagen como el monstruo que se oculta bajo la máscara de la identidad. Los personajes que conforman el mundo de Orjuela son un recordatorio de las formas en las que percibimos a los otros, pero sobretodo de las máscaras que usamos para presentamos ante los demás. Goffman (1954) nos recuerda que la base de toda interacción social es la actuación, razón por la que hombres y mujeres empleamos una máscara, una suerte de “cara social” que nos ha sido otorgada por la sociedad y que establece las formas en que reconocemos a los otros y somos reconocidos por otros. Actuamos dependiendo del escenario y el público que nos observa, a fin de cuentas, lo realmente importante es la imagen que proyectamos sobre los demás. En la vida cotidiana, los individuos cambiamos nuestras máscaras a la velocidad con la saltamos entre aplicaciones, nuestra vida íntima y los riesgos de los algoritmos para la democracia contemporánea. El cuerpo, en tanto lugar donde se materializa la identidad, se convierte en un elemento relevante en el trabajo de Orjuela. Las poses de los luchadores, las máscaras que evocan los juegos de placer y dolor del sadomasoquismo y los cuerpos músculos son rastros de los modos en los que el poder produce modelos corporales, establece formas de habitar el género y la sexualidad y proscribe las conductas. No sabemos si las fotografías de los luchadores son para una show o para una App de citas. Así el trabajo de Orjuela nos muestra que el cuerpo “no es una materia pasiva, sino una interfaz tecno-orgánica, un sistema tecno-vivo segmentado y territorializado por diferentes modelos políticos (textuales, informáticos , bioquímicos)” (Preciado, 2020). De este modo, los cuerpos que componen las imágenes son los de quienes transgreden los roles de género tradicionales, cuyas sexualidades escapan al orden establecido. Son cuerpos que desatan temores y deseos en el marco de una economía libidinal que la imagen estimula. Orjuela pone un reflector sobre los cuerpos construidos, denigrados y espectacularizados, acto que ilumina la condición política que se oculta bajo los modos en los que nombramos y nos relacionamos con los Otros. Las obras ponen bajo sospecha la política del cuerpo, obliga al espectador a posar sus ojos sobre aquello que le genera temor y fascinación, convirtiendo a la imagen en un espejo que refleja la monstruosidad que le habita, que revela que el rostro detrás de la máscara del monstruo podría ser el nuestro. El trabajo de Orjuela es una invitación a pensar en la política del reconocimiento, “esto significa que en parte cada uno de nosotros se constituye políticamente en virtud de la vulnerabilidad social de nuestro cuerpos-como lugar de deseo y de vulnerabilidad física, como lugar público de afirmación y de exposición” (Butler 2006; 46). Mirar el monstruo a los ojos nos revela la aterradora vulnerabilidad de la condición humana, cuestiona lo que ocurre cuando le otorgamos al otro la máscara de lo inhumano, de lo abyecto y lo inteligible. *Jorge Alberto Palomino es comunicador social y periodista de la Universidad Central. Con maestría en estudios culturales de la Universidad de los Andes y doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. sus investigaciones han abordado el problema del cuerpo, la subjetividad y los afectos, específicamente ha indagado sobre las prácticas y dispositivos que producen los modos en los que pensamos, actuamos y hablamos en la sociedad contemporánea. También ha desarrollado trabajos de investigación sobre los cambios que las tecnologías de la información y la comunicación han generado en las formas como los sujetos crean vínculos con otros, especialmente sobre a las prácticas comunicativas en los entornos digitales. Ha sido investigador en proyectos de Unicef, Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. En la actualidad se desempeña como docente de la Universidad Central y Pontificia Universidad Javeriana. También ha publicado diversos artículos científicos y libros, entre los que se destaca Lecturas Interdisciplinarias de los cuerpos: discursos, emociones y afectos, documento publicado con la Universidad Nacional Autónoma de México. Referencias bibliográficas Butler, J. (2006) Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Paidos. Goffman, I (1954) La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu editores. Moraña, M.(2017) El monstruo como máquina de guerra. Iberoamericana. Preciado, P.(2020) Testo yonqui. Sexo, drogas y bio

Under the mask I copia.tif
Under the Mask copia.tif

UNDER THE MASK

Edición 8 + 2AP

Serigrafía sobre papel de algodón y recorte de revista Alarma!
24,2 x 24,2 cm

2022

Doncella-ANA MARIA DE LOS REYES 84 años.tif

DONCELLAS!                                                            Pastel, sublimado sobre algodón                                                                        2022

LA DAMA DEL SILENCIO

Pasteles sobre lienzo

120 x 80 cm
2022

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