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"A BRINDAR CON EXTRAÑOS"

Durante los últimos años, Andrés Orjuela (Bogotá, 1985), artista colombiano residente en México, ha rescatado e intervenido diversos archivos históricos fotográficos hallados en mercados de pulgas del continente. Orjuela se ha decantado por la revisión crítica de los modos como se ha construido la tradición visual latinoamericana, específicamente los modos como se ha reproducido visualmente la violencia a través de los medios masivos de comunicación (modos que, algunas veces, potencian el crecimiento de la espiral de sadismo y barbarie), buscando interpelar estas formas acríticas de reproducción de imágenes, cuestionando sus formas de circulación y las maneras en que ellas han desaparecido o se han instalado en los procesos de construcción de la memoria colectiva.

Tal vez, la primera serie de Orjuela en esta línea sea Archivo muerto, un conjunto de imágenes tomadas del archivo del periódico sensacionalista El Espacio (Bogotá, 1965-2013), un diario que, durante casi cuatro décadas, presentó al público colombiano lo más escabroso de la vida nacional, desde crímenes y torturas sangrientas hasta redadas policiales contra narcotraficantes y guerrilleros. El archivo fue dado de baja luego del cierre (por quiebra) del periódico en 2013, fue botado literalmente a la basura y recogido por un grupo recicladores que lo vendieron fragmentado a diversos anticuarios, librerías y mercados de pulgas de Bogotá.

Orjuela rescató algunas de estas sugestivas imágenes, representativas de la tradición violenta de Colombia, imágenes despreciadas por el estamento fotográfico más modernista y artístico, imágenes que fueron ocultadas, censuradas, condenadas al espectro de lo sensacional y despreciadas por las instituciones rectoras de la cultura; imágenes que no merecían la posteridad o el recuerdo. Orjuela les concede un nuevo soplo de vida y las convierte en una especie de álbum de familia nacional. En el proceso, el artista las amplía hasta el paroxismo, les otorga un carácter antinatural contrariando el formato tradicional de las fotografías (destinadas a ser publicadas en prensa en pequeño formato), luego las colorea mediante técnicas tradicionales, con algodón y óleos Marshall, a la manera de los viejos retratos fotográficos, en los que el color es producto de la subjetividad del dibujante y no de la realidad técnica del retrato, cuya imagen siempre será, por principio, en blanco y negro.

Estas preocupaciones continúan vigentes en la serie A través del espejo (2015), en la que Orjuela rescata los negativos de un archivo de la década del veinte, hallado en el Mercado de las Pulgas de Bogotá: una colección de imágenes privadas de la familia de Alicia Arango de Mejía, actriz de Bajo el cielo antioqueño (1925), una de las primeras películas del cine mudo colombiano. Orjuela pone en evidencia las costumbres y jerarquías de la familia de la actriz, entonces residente en una de las regiones más conservadoras de Colombia: el departamento de Antioquia. Orjuela reveló los negativos, hasta entonces inéditos, que nos presentan una familia extensa, católica y conservadora, en un entorno doméstico rígido, lleno de imágenes religiosas y pretensiones piadosas, entrenamientos de perros (de raza Pastor Belga), paseos arcadianos por la altiplanicie y por las riveras de riachuelos, cenas lujosas y puros cubanos.

Como es evidente, se trataba de una familia respetuosa de las tradiciones inquebrantables, en la que las mujeres parecen silenciosamente dirigidas por los dictámenes del patriarca y de una historia inflexible, inmodificable. Paradójicamente, la película en la que actúa Alicia, Bajo el cielo antioqueño, trata sobre una mujer que decide escapar con su novio, una rebelde que parece contradecir la vida real de la actriz. Una vez más, Orjuela amplió y coloreó esta serie de imágenes, que se encargan de presentarnos el dorso de la historia, el reverso del decorado, magnificando, evidenciando las formas como una sociedad pierde la memoria, cómo ésta construye y reproduce las tradiciones, y cómo los archivos fotográficos fenecen.

El título de esta serie nos remite al libro Alicia en el país de las maravillas, que tuvo una segunda parte titulada A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, un mundo de fantasía pletórico de reinas malignas y situaciones absurdas. Los títulos escogidos por Orjuela para cada fotografía de la serie acentúan el carácter intrigante: “La soledad tiene su reflejo”, “Sonríe sin respirar”, “Pulmones negros”, “¡Quédate quieta!”, “Sólo ellos son fieles”, “La bruma de tu presencia”, “El río lleva piedras y niños”, “Dos sillas duras y un cojín blando”, “La oración de los pobres”, “La modelo de Morandi”, “La pose” y “Cansada de la pose”.

Por último, fiel a sus preocupaciones recientes, Orjuela exhibe una serie de fotografías intervenidas, de origen mexicano, halladas en un mercado de pulgas del Distrito Federal. El título de la secuencia, A brindar con extraños, proviene de una canción de José Alfredo Jiménez (1926-1973) titulada El último trago, que en tono de despecho nos invita a “saborear el olvido” y a “brindar con extraños”, como son los personajes de la secuencia. La serie de imágenes trata sobre una historia de amistad entre cuatro hombres que se encuentran a los pies del Cristo Rey de Los Remedios en Naucalpan de Juárez, al noreste de la Ciudad de México. Las fotografías originales pueden datarse entre 1944 y 1950, ya que en 1944 se erigió la escultura del Águila Real, obra del escultor Isaías Cervantes Rodríguez, y en 1950 se construyó una fuente monumental por orden de monseñor Eleuterio.

En las imágenes es visible cómo entre agaves, los cuatro amigos comparten tragos hasta que, finalmente, la diversión toma forma visual: las fotos pierden foco haciéndonos parte de este brindis. Nosotros, ajenos a sus historias, asistimos “otra vez a brindar con extraños”, a olvidar nuestro día y a permitirnos vivir este momento, frente a la imagen como ventana al pasado. Como es evidente, este trabajo se encuentra inspirado en las viejas postales iluminadas a mano, que con óleo y algodón cubren el blanco y negro de las copias originales, generando un tono nostálgico y un color subjetivo, convirtiendo el error fotográfico en una obra actual, en la que de la mano de un proceso contemporáneo de producción se da paso a una reflexión sobre el archivo y las posibilidades de la imagen encontrada.

 

Halim Badawi
Curador y crítico de arte

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